El agnosticismo se expresa básicamente como ‘incognoscible’. Para un agnóstico, la ‘duda’ es siempre una emoción activa. Es que, según este enfoque, la mente humana es limitada y la existencia de un creador excede el límite de la mente humana. Por esta razón, los agnósticos creen que no es posible tener ningún conocimiento definitivo acerca de Él o probar Su existencia. Según el agnosticismo, la inexistencia de un creador, cuya existencia no puede probarse, tampoco puede probarse; porque no existe una prueba definitiva de su ausencia.
Mientras que la disputa de la ausencia o existencia de Allah es tema de ateísmo y teísmo; los agnósticos argumentan que este dato es algo que no se puede saber con el conocimiento limitado del hombre. Sin embargo, según el Islam, cada partícula del universo apunta a Su existencia.[1] Según la creencia islámica, todo ser vivo y no vivo es una prueba de la existencia de Allah. Es posible ver Sus obras en todo lo creado. La existencia de Allah no se puede probar en un laboratorio. Si Allah hubiera hecho definitivamente demostrable su existencia, entonces habría anulado la libertad de creencia y de incredulidad que le había dado al hombre, y habría devaluado su capacidad para razonar y pensar. Sin embargo, el hombre ha sido invitado a reflexionar muchas veces en el Corán y Allah quiso que las personas a las que les había dado una inteligencia bien equipada fueran capaces de encontrar su propia existencia oculta ‘pensando’ con este dispositivo mental. Porque esto es lo que ‘agrega valor’ a las personas: Tener capacidad de resolver los misterios del creador reflexionando sobre los seres que presencia en el mundo.
Por ejemplo, cuando se crea un ser humano; varios sabores que necesita su lengua, flores en muchos colores y formas diferentes que necesitan sus ojos, muchos sonidos y armonías diferentes que necesitan sus oídos, y varios aromas que necesita su nariz han sido creados con él. El que creó al hombre con todos sus detalles también ha creado cosas que satisfarán todas sus necesidades y lo ofreció a todos los seres vivos no limitando a una sola variedad para mostrar su propio arte y talento.
Para la formación de un fármaco, muchos componentes separados se juntan con los cálculos más pequeños. Si todos los ingredientes se pusieran sobre una mesa, esas cantidades no podrían juntarse en la medida en que deberían y formar esa droga ‘espontáneamente’ o ‘juntarse sin control y sin planificación’.[2] En la creencia islámica, como en este ejemplo, no se acepta la posibilidad de que algo suceda ‘espontáneamente’. No se considera posible que las galaxias, las estrellas, el día y la noche, las estaciones, el muy delicado funcionamiento del cuerpo humano, etc. fueran tan mesurados y equilibrados sin un creador.[3] Sí, en la mente humana limitada, la existencia del creador no puede ser ‘probada’ dentro de los límites físicos, en la dimensión de la materia. Sin embargo, esta armonía de bloqueo de teclas que se ve en todo el universo hace que la existencia del creador sea ‘cognoscible’.
Igual que un poeta quiere escribir un poema o un arquitecto o ingeniero quiere construir, cada persona talentosa desea reflejar su talento y promocionarse. Según la creencia islámica, Allah introduce todos sus atributos perfectos a las criaturas creando el universo y el hombre. Allah no necesita mostrarse para declarar su existencia. Le dio al hombre el poder de la razón y el pensamiento y lo llevó a pensar que ‘si hay un universo creado con tal arte, también hay un artista creador que hace este arte’.
Ningún maestro o ningún arquitecto es de la clase de su trabajo. Tal cosa nunca se ha visto en el mundo de la existencia. Igual que el arquitecto que construye no es de la clase de edificio, y la abeja que hace la miel no es de su tipo. Por lo tanto, el hecho de que Allah sea un creador no requiere que se asemeje o sea como aquellos que Él creó. Sin embargo, se presenta de acuerdo con la mente de sus criaturas y refleja sus propios atributos desde el espejo del universo.
[1] Sura del Trueno/versos 2-5
[2] Bediüzzaman Said Nursi, Lem’alar, Lem’a 23.
[3] Sura Ya Sin/versos 37-44